La insistencia de Juana, ya desde pequeñita, me había pegado el deseo de navegar en aquellos barcos, de velas tant altas y blancas, que veíamos todos los veranos en la playa. Por su cumpleaños, justo llegada la primavera, me parecía el momento oportuno para disfrutar de un paseo en velero por el delta del Ebro con toda la familia. Fue una experiencia única. Recuerdo la sonrisa de Joana mientras disfrutábamos de los paisajes de la bahía; las salinas, la punta de la Banya, las mejilloneras o cuando el patrón le dejó el timón, parecía que lo hubiera hecho toda la vida. Un regalo de cumpleaños diferente que disfrutamos toda la familia y que fue capaz de cumplir un pequeño sueño.
Seguramente volveremos, quizás para el próximo cumpleaños, nos quedamos con las ganas de ir a visitar otros lugares como las Islas Columbretes o Peñíscola.